Tengo una vida cargada de recuerdos,
de niño; de emociones,
de joven adolescente.
Tengo una vida hecha de deseos,
anhelos, situaciones.
He crecido y sin dejar de crecer
me muevo entre los años
que van sumándose a mi vida.
Emociones tan fuertes con profundas fantasías.
Vestigios de locura, tal vez heredada,
por mí mismo,
o por quienes abrieron mi camino.

Una academia de vuelos,
a veces tan rasantes
que rayan mi fugaz demencia.

Entre genios escritores,
músicos, pintores.
Arquitectos de la forma,
escultores de la mente.

Tengo grabado a fuego
cada instante, segundo, momento,
de una vida que alcanzo a comprender.

Fugaz como la conciencia.
Atrevida como la experiencia.
Simple
como mi propio entendimiento.

Canciones que se hacen eco
en viejas,
nuevas,
o repetidas situaciones.

Una vida que volvería a vivir;
o tal vez ya estoy viviendo,
miles de veces por segundo
en un universo tan palpable
como la misma invisibilidad.

Invisible para el que no ve.
Invisible para el que no sabe.
El que desconoce, ignora,
o rechaza lo que siente.

Invisible como un sueño
que ya empieza a amanecer.

A. Jose Maria Pintos.

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