Encontré un niño llorando. Y le pregunté por qué lloraba.
Me respondió:
-Lloro porque Dios está llorando.
-Cómo sabes que Dios está llorando?
-Porque estas lágrimas no son mías, sino de él.
Me respondió:
-Lloro porque Dios está llorando.
-Cómo sabes que Dios está llorando?
-Porque estas lágrimas no son mías, sino de él.
Quien tengo ojos, vea.
Quien tenga oído, oiga.
Quien tenga oído, oiga.
A. Jose Maria Pintos.
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