Poeta dormido en tus sueños,
acurrucado en tus manos,
cantando tus salmos.
Poeta que todo el mundo alaga,
aplaude, festeja,
comenta y también llora;
pero, sobre todo,
se adueña del verso.
Hombre, mujer, que escribes
olores de fuegos,
sabores a cielos...
Paisajes de flores
que sólo tú
puedes inventar y mostrar,
hacer sentir, nacer, morir, vivir.

Poeta que alimentas con frases
caídos espíritus,
desbordadas almas,
enamorados cuerpos.

Y sin embargo tu plato
permanece vacío.
No alcanza a llenarse.
Sólo alimenta al alma.

Suficiente alimento
como para continuar
tan solo escribiendo.

Hombre de cabellos largos,
singular barba, rapada cabeza.
Mujer de embebidos jugos,
aromas de fresnos en claros deseos.

Poeta que alimenta al mundo,
que enamora y sueña,
haciendo soñar con sus propios sueños.
Que regala canciones, regresos, partidas.

Sin ti
no habría más que silencios.
Sin ti todo tendría el mismo nombre,
la misma hora,
el callado tiempo.

Tú escribes y las aves vuelan,
florecen las plantas, brillan las estrellas.
Por ti la luna sale,
enamora en la calle,
entrega a los amantes.

Tú escribes y el corazón late,
palpita, se enamora,
muere en un suspiro
bañado de esperanza.

Sin ti las palabras
olvidarían el sentido,
la belleza, el color.
Sin ti moriríamos dormidos,
sin haber soñado,
sin ni siquiera saber
que hemos amado.

Tus palabras duran más que tu cuerpo,
tu mensaje más que tu risa.
Crece con el tiempo.
Se abriga de brisas.

Y al morir,
queda de ti todo el silencio
que olvidaste esconder,
recuerdos vividos, anhelos callados,
donde alguna vez
floreció un suspiro.

A. Jose Maria Pintos.

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