Estamos acostumbrados a ver de lejos, de cerca,
a la luz, a la oscuridad, al movimiento, a la quietud.
Estamos demasiado acostumbrados a depender mayormente del sentido de la vida.

Raramente oímos de cerca, de lejos, en movimiento, o en la quietud.
No nos atrae el silencio, siempre buscamos llenarlo.
El bullicio nos disgusta, pero no buscamos disociarlo u asociarlo.

Estamos acostumbrados a ser avasallados por los olores.
No buscamos los aromas en las distancias, en los recuerdos,
en los olvidos, en perspectivas con nuestros movimientos o nuestros estadios.

Hemos asociado el gusto al olfato, y de allí lo hemos dejado casi exclusivamente
a merced de la gastronomía.

Y hemos sensibilizado nuestro tacto
buscando sentir a través de la piel y tener sensaciones tanto de placer como de dolor.
Hemos olvidado que el tacto también es respuesta a la presión,
a veces lejana en la distancia, transmitida en forma de onda expansiva,
que viene o se aleja.

Buscamos el desarrollo de un "sexto sentido" sin percatarnos de que apenas le damos uso
a los cinco que más conocemos, y ningún uso a aquellos que ni siquiera nos dijeron que existían.

Nos hablan de la polaridad, y que sólo existe tres estados: el positivo, el negativo, y el neutro.
Cuando en verdad la multipolaridad y sus estados de transición se manifiestan en todos los momentos de nuestra vida.

Nos embriagamos saturando nuestros sentidos, nuestra percepción, con artificios que nos antagonizan con nuestra salud y
nuestro bienestar.
Nos inventan la paz, nos ofrecen la guerra, nos festejan los triunfos, nos castigan los errores.

No nos dejan aprender sin que ellos sean nuestros maestros.

Y por último, no nos dejan darnos cuenta de las cosas que no somos por ser las cosas que ellos quieren que seamos.
No nos reconocemos hasta que encontramos un espejo no buscado, y en nuestro reflejo
vemos como un fantasma moribundo aquello que no nos dejaron ver
tal como es, tal como somos.

Ahora quieren despertarnos, porque se les termina su tiempo,
y pretenden continuar a través nuestro, como si fueran nosotros,
hasta que puedan volver a ocupar su lugar en nuestras mentes
y de algún modo inventar una realidad donde ellos puedan existir
sin que nos demos cuenta
que ellos
no somos nosotros.

A. Jose Maria Pintos.