Tengo tu piel
en las yemas de mis dedos.
El escozor bebido
de la líbida llaga
que contagia de espinas
mi mojado ruego.

Tengo tu piel
abrazada a la almohada,
escondida del frío,
mostrando tu sexo
como la luna nueva
se abre en la noche
dejándome entrar
por donde no me veas.

Tengo un instante de muerte,
donde mi corazón galopa,
donde mi respiración se corta,
donde jadea mi frío
en medio de tanto abrigo.

Abrigo de estrellas
donde cierro los ojos
para verte desnuda
donde te he bebido.

Y te callas,
y te duermes.
Si saber que ya no estaré en tu vida
cuando despiertes
para volverme a amar.

A. Jose Maria Pintos.