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domingo, 23 de agosto de 2015

La gente grita, llora, se excita, castiga, sufre, añora, replica, crece, se muere, se cansa, se viste,...y se desviste.
Fornica, adora, cree, miente, suplica, construye, destruye, malogra, embiste, insulta, vuelve a crecer, y mientras tanto muere
otro tanto.
La gente hace el amor, la guerra, la paz, la vida, la muerte, los recuerdos, y se idolatriza a sí misma.
La gente escribe novelas, se jacta de su odio, de sus guerras, de sus pérdidas, triunfos y sin sentidos.
La gente cree en lo que tiene para creer. Es limitada y simplemente gente. El montón. La muchedumbre, el silencio de conciencias.
La vida prestada que malgasta en la ilusión de un ego inventado por conductores, guías, educadores, líderes, dioses,...y demonios.
La gente se viste de fiesta, se baña a escondidas, se desnuda en público, vende su cuerpo y comercia sus deseos.
Se aferra a la vida que le enseñaron a creer como vida, y se despide de todo por creer en nada.
La gente sublima, entiende y NO ENTIENDE, compra, vende, regala, espera, se mira a espejos, se tiñe el cabello, se adorna con flores,
se duerme cansada de hacer el amor o comer jirones de carne sacadas de animales muertos, criados para dejar de vivir.
La gente es tragicómica. Se ríe de sí misma. Inventa idiomas para confundirse entre ellos. Inventan secretos y revelan mentiras.
Nunca duermen por dormir, sino para descansar o soñar con algo que esperan sea mejor.
Los hay piadosos, ricos, mediocres, papas, alcaldes, políticos, niños, salvajes, amantes, poetas, soñadores, ... pero todos mentirosos.
Nadie dice lo que siente realmente como lo siente, al menos no hasta la versión final.
El único objetivo de la gente es hacer más gente para deleitarse con la alegría del nacimiento y el dolor de la muerte.
La gente me ignora. O yo los ignoro a ellos. Son primates y son dioses. Inventores del Olimpo y el Paraíso.
Creadores del Dios a imagen y semejanza del hombre. Creadores de la destrucción masiva y del olvido por creer que perdonan.
La gente me mira. Sonríe. Se burla de sus semejantes. Se creen importantes. Se creen basura, y viven como tal.
Las hay ratas, canguros, aves, pájaros sin rumbo, con nidos vacíos, y con estómagos llenos de cálculos de traición.
Las hay por doquier. Nunca se terminan. A escondidas y a plena vista se reproducen, se multiplican.
La gente que siente, y cree en lo que siente. La gente que inventa y vive de lo que inventa. Sueña, sin dormir (no hay tiempo).
La gente es mi hermana, mi tía, mi madre, mi suegra, mi cama. Mis niños dormidos, mis llantos partidos, mis egos vencidos.
La gente de la que hoy hablo es parte de una etapa de mi vida, una que no puedo suprimir sin terminar con una parte mía: mis recuerdos.
Pero creo más en lo que no soy que en lo que soy. Eso me libera del pasado y me da un motivo para volver a empezar...
Lejos de mí, cerca de lo que no conozco, primero y último para no tener que retroceder.
La gente no soy yo, ni yo soy como la gente desea, espera. La gente es mi mundo. Ése que olvidé e ignoré ya desde niño.
La gente me cree, pero yo no creo que me crea. Su felicidad es su limitación, y mi libertad mi condena.
Soy libre en mi conciencia y prisionero en mi decisión.
Como la gente, yo también voy a morir.

A. Jose Maria Pintos.

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