Muchas me detengo a pensar en lo mucho que debo
a esta vida que sin límites me da crédito
y a empujones me saca de problemas
(en los que yo solo me he metido).
Como un juego de azar 
sin posibilidades de ganar
la ruleta del tiempo golpea como la marea silenciosa
que esconde las oleadas de traiciones.
Un mercado de futuros juegos,
de engaños matutinos
que se aprovecha de nuestra trasnochada terquedad,
me ampolla la mente al sol
dejándome tan inmóvil de sustentos
como la misma capacidad de amar que ya no tengo.
Que ya no siento.
Y que ya no temo.

Como muchas veces
antes y después,
la caravana del dolor
entra por el sexo
de la muchacha en flor.

Y yo miro el horizonte
cuando la luz se escapa por un cielo
que vaciándose de escamas
se sumerge en la tempestad ajena
para no soñar.

Me amas? Me preguntó el sol
mientras se despedía
crudo aún ante el espejo de la luna
que sueña con estrellas que jamás verá.

Mientras tanto
yo vierto mi salinidad en tu vientre
sin pretender que mi calor se haga llamas
y deje cenizas donde no jamás hubo nada que quemar.

Soy viento.

A. Jose Maria Pintos.