Y de repente todo se hizo vacío.
Comprendí que mi espejo de luces
era un espejo de mi propia vanidad,
y que yo sólo era el producto
de mis demandas colectivas.
Susurré mi nombre al silencio
y me respondió con un grito.
Ahora las navidades dejaron de ser blancas
y ardieron en el olvido de mi pretendida sobriedad.
Cuántas veces más para sonreír.
Contando gotas caer bajo la tempestad
de cualquier día esperándote.
Y de repente...
parece como que la luna sonríe,
baja el telón y apaga la noche en mí.
Te ves lejana entre mis deseos.
No te entiendo.
Aún así te amo.
A. Jose Maria Pintos.
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